martes, 9 de octubre de 2012

Si lo piensas...

Suena el teléfono:
- ¿Si? – contesto desganada al descolgar.
- le llamo de… - es otro cliente, tal vez solicitando algún servicio o reclamando alguna factura, no le estoy escuchando, pues tras el cristal de mi ventana le veo aparecer, allí está él, mirándome desde lejos, ahora sonriéndome. Se me detiene el corazón. Empieza a avanzar a paso lento, acercándose a mi oficina, los nervios afloran y empiezo a temblar levemente. - ¿señorita? – la voz tras el auricular me despierta, ya estaba fantaseando de nuevo.
- Disculpe, sí, no se preocupe, tomo nota. Gracias. – y cuelgo.
Apoyo mi barbilla en mi mano con el codo en la mesa y continuo mirando por la ventana, vuelvo a imaginármelo a lo lejos. No recuerdo cuantas veces había fantaseado con algo así, que apareciera por sorpresa sólo para verme. Sigo confiando en que algún día pasará, que de tanto visualizarlo algún día se hará realidad. Pero tal vez es ese el motivo por el que no sucede, siempre lo visualizo a lo lejos, sintiendo tristeza por no tenerlo, anhelándolo.
- Mar, ¿me has sacado el listado que te pedí? –escucho la voz del jefe hablándome.
- Estoy en ello, enseguida se lo saco. – le miento. Estoy segura de que sólo me lo pide para que deje de estar en las nubes, pero yo continuo con mis suposiciones mientras toqueteo el teclado para que no me atosigue. Quizás si lograra imaginármelo junto a mí, hablándome, tocándome y riendo juntos, si consiguiese sentir esa felicidad de tenerle, tal vez así sucedería.
- Voy a la base, luego vendré. – El jefe sale por la puerta. Perfecto, ahora podría intentar visualizar mejor.
Entra por la puerta, me sobresalto, dibujo una incontrolada sonrisa en mi rostro, imposible disimular los nervios.
- Hola – le digo. Espera un momento, ¿”hola”? ¿Le diría “hola”?, puestos a visualizar podría imaginar que me lanzo sobre él en un apasionado abrazo, o mejor aún, que se me abalanza él. Retomemos la escena.
Entra por la puerta y ambos sonreímos inevitablemente. Me acerco a él y sin mediar palabra nos abrazamos, quedándonos así unos largos segundos, tal vez minutos, disfrutando el uno del otro. Muy bonito, es cierto, es lo que realmente quiero, pero no creo que si de verdad viniera a verme sucediera eso, y si yo misma no creo que eso sea posible, por mucho que lo imagine no sucederá. Volvamos a intentarlo.
Alguien toca en el cristal de la puerta, se abre un poco y le veo, el corazón se me acelera.
- Pasa – le digo invitándole a entrar.
- Hola – dice al entrar. Ambos tenemos una sonrisa nerviosa. – pasaba por aquí y me he dicho “voy a saludarla que hace tiempo que no nos vemos”. – explica mientras se mete las manos en los bolsillos del pantalón.
- ah, bien. – tartamudeo.
- ¿qué tal estás? –
- bien, aquí trabajando. – es una respuesta muy triste, pero lamentablemente eso es lo que contestaría yo.
Suena el teléfono de nuevo bajándome a la realidad, descuelgo:
- ¿Sí, dígame? –
- Buenos días, soy… - atiendo lo que me dicen y cuelgo.
Creo que voy a dejar de fantasear por ahora, voy a sacar el dichoso listado. Además tengo ya un par de notas con tareas que hacer. Me pongo con las cuentas, miro el reloj del ordenador;  sólo me quedan un par de horas. Miro el móvil; nada interesante. Vuelvo a las cuentas, si no insisto me distraigo con nada. Cojo la calculadora, vuelvo a mirar el móvil, ¿se puede saber qué hago? ¡Si ni siquiera ha sonado!, me pongo con las cuentas, entonces se abre la puerta de golpe, doy un respingo.
- Hola - dice el comercial al entrar, me ha asustado, por un momento he pensado que era él y se me ha encogido el corazón.
- Hola - le respondo. Me cuenta como le ha ido la mañana, yo echo otro vistazo involuntario al móvil y sigo con mi trabajo. Ya quedan diez minutos menos para salir.
Un gato se refriega contra la puerta y es visto por el comercial, un chico fácil de impresionar.
- ¡un gato! - Grita ilusionado. Genial, otra distracción con la que perder algo más de tiempo. Me acerco a la puerta y observo al felino, era voluptuoso, de color naranja a rayas, precioso. Abro la puerta con intención de acariciarle pero se asusta y huye, chasqueo un par de veces los dedos intentando llamar su atención pero es en vano, vuelvo a mi mesa y continuo con lo mío.
De repente oigo unos golpecitos en el cristal de mi ventana, estoy tan concentrada que me sobresalto, miro y no me lo puedo creer, ahí está él, mi corazón da un vuelco, me quedo paralizada, se me corta la respiración y siento como la sangre sube a mi cabeza sonrojando mis mejillas, noto como aumenta la temperatura de todo mi cuerpo, él señala la puerta comunicándome que va a entrar, le hago un gesto de conformidad con media sonrisa pero sigo sin respirar, ¿estoy soñando? ¿es otra fantasía? El sonido de la puerta al abrirse me alarma y como acto reflejo me coloco bien el flequillo, increíble pero cierto, está aquí de verdad, es mucho más intenso de lo que había imaginado, quiero gritar pero no tengo voz casi ni para hablar.
- ¿Qué tal? – me dice - pasaba por aquí y me he dicho “voy a saludarla que hace tiempo que no nos vemos” – al oír sus palabras no puedo evitar sonreír de oreja a oreja.
- ¿en serio? - digo sin esperar en realidad respuesta, perpleja por la situación, me levanto nerviosa con intención de salir fuera, no quiero que el comercial nos oiga.
- Pues claro, ¿quieres que vayamos a tomar algo? – me pregunta, yo exploto en júbilo por dentro pero lo disimulo.
- Bueno, vamos. – miro al comercial.
- Tranquila, ya cojo yo el teléfono. - Me dice el chico antes de llegar a pedírselo. Le sonrío como respuesta, cojo el bolso y me acerco a la puerta donde él me espera, apenas puedo mirarle a los ojos de los nervios. Al final se ha hecho realidad, gracias.




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