Pensaba que estaba preparada, que era lo bastante fuerte como para que no me afectara nada, llevo tanto tiempo creyendo confiar en mí misma que pensé que sólo por eso ya era cierto.
Pero acabo de verte, no te esperaba, y en el primer instante que te he visto me he derrumbado interiormente, se me han helado las manos, los nervios me han impedido actuar con normalidad y he temido hablarte, he dejado pasar los largos segundos para intentar calmarme pero sólo me he puesto más nerviosa, no quería mirarte aunque no estoy segura si temía verte mirándome o tal vez lo que temía era precisamente saber que no me mirabas. Casi paralizada, con la mirada perdida en la nada sólo notaba tu presencia, quería desaparecer, me he sentido estúpida por actuar así y eso me ha hecho actuar todavía peor pues no te he dicho absolutamente nada cuando lo que estaba deseando era en realidad tener una de esas conversaciones tan dulces que solíamos tener, tenía la esperanza de que la situación cambiara para poder estar tranquila, pero entonces he sabido que te marchabas, tan cerca que estabas y he perdido la oportunidad, en el último momento, en un intento por tener algún contacto contigo, te he mirado, estabas junto a la puerta y me estabas mirando, esperando que te mirase para poder despedirte y con una amplia sonrisa me has dicho un “adiós” casi mudo y te he sonreído como si no pasara nada, como si no me hubiese importado tu visita, cuando realmente en mi interior estallaba en júbilo por haberte visto.
Y casi como un milagro, mientras escribía estas últimas palabras, has vuelto a aparecer, y arrepentida de mi última actuación, ahora pienso ser más yo, o al menos que eso parezca. Ahora cojo aire, me siento erguida y sonrío tranquila, miro a cada uno de los presentes pero cuando llego a ti debo apartar la vista, eres demasiado impresionante como para contener mis estudiados movimientos. Cuando sé que no me miras, mi instinto furtivo me hace vigilarte y observarte con detenimiento, no te recordaba tan hermoso, pero entonces me miras y me hablas, estamos teniendo una conversación entre varias personas pero no estoy segura de qué estamos hablando, no puedo apartar la vista ya que te diriges a mí, pero me estoy poniendo nerviosa al no saber qué contestarte, mi mirada hace un amago de huir así que simplemente asiento y miro a alguien, no sé a quién, pues en mi mente sigues tú ahí. Siguen hablando entre ellos, no nos hacen caso a ninguno de los dos, yo te miro mientras hablas pero me doy cuenta de que soy la única, vuelvo a mirar a otro lado y entonces veo que te levantas y te sientas junto a mí, me preguntas algo sobre el papel que sostienes, pero es algo sin importancia, y me pregunto si tal vez sólo quieras acercarte a mí, te respondo con la respuesta más larga que se me ocurre para que permanezcas junto a mí el mayor tiempo posible, tu mirada me hipnotiza y tu característico acento me hace sonreír. Ya tienes que partir y esta vez sé que no volverás pronto, así que decido observarte y memorizarte, te pones el abrigo tan elegantemente… entonces te despides de todos, te acercas a mí para darme dos besos, así que me levanto para disfrutarlos al máximo, aunque tengo que contener tanto entusiasmo que casi ni los siento, y ahora sí es un adiós.
De momento seguiré guardándome este sentimiento indebido, dejándolo entrever sólo cuando estemos solos hasta que desaparezca.
Pero acabo de verte, no te esperaba, y en el primer instante que te he visto me he derrumbado interiormente, se me han helado las manos, los nervios me han impedido actuar con normalidad y he temido hablarte, he dejado pasar los largos segundos para intentar calmarme pero sólo me he puesto más nerviosa, no quería mirarte aunque no estoy segura si temía verte mirándome o tal vez lo que temía era precisamente saber que no me mirabas. Casi paralizada, con la mirada perdida en la nada sólo notaba tu presencia, quería desaparecer, me he sentido estúpida por actuar así y eso me ha hecho actuar todavía peor pues no te he dicho absolutamente nada cuando lo que estaba deseando era en realidad tener una de esas conversaciones tan dulces que solíamos tener, tenía la esperanza de que la situación cambiara para poder estar tranquila, pero entonces he sabido que te marchabas, tan cerca que estabas y he perdido la oportunidad, en el último momento, en un intento por tener algún contacto contigo, te he mirado, estabas junto a la puerta y me estabas mirando, esperando que te mirase para poder despedirte y con una amplia sonrisa me has dicho un “adiós” casi mudo y te he sonreído como si no pasara nada, como si no me hubiese importado tu visita, cuando realmente en mi interior estallaba en júbilo por haberte visto.
Y casi como un milagro, mientras escribía estas últimas palabras, has vuelto a aparecer, y arrepentida de mi última actuación, ahora pienso ser más yo, o al menos que eso parezca. Ahora cojo aire, me siento erguida y sonrío tranquila, miro a cada uno de los presentes pero cuando llego a ti debo apartar la vista, eres demasiado impresionante como para contener mis estudiados movimientos. Cuando sé que no me miras, mi instinto furtivo me hace vigilarte y observarte con detenimiento, no te recordaba tan hermoso, pero entonces me miras y me hablas, estamos teniendo una conversación entre varias personas pero no estoy segura de qué estamos hablando, no puedo apartar la vista ya que te diriges a mí, pero me estoy poniendo nerviosa al no saber qué contestarte, mi mirada hace un amago de huir así que simplemente asiento y miro a alguien, no sé a quién, pues en mi mente sigues tú ahí. Siguen hablando entre ellos, no nos hacen caso a ninguno de los dos, yo te miro mientras hablas pero me doy cuenta de que soy la única, vuelvo a mirar a otro lado y entonces veo que te levantas y te sientas junto a mí, me preguntas algo sobre el papel que sostienes, pero es algo sin importancia, y me pregunto si tal vez sólo quieras acercarte a mí, te respondo con la respuesta más larga que se me ocurre para que permanezcas junto a mí el mayor tiempo posible, tu mirada me hipnotiza y tu característico acento me hace sonreír. Ya tienes que partir y esta vez sé que no volverás pronto, así que decido observarte y memorizarte, te pones el abrigo tan elegantemente… entonces te despides de todos, te acercas a mí para darme dos besos, así que me levanto para disfrutarlos al máximo, aunque tengo que contener tanto entusiasmo que casi ni los siento, y ahora sí es un adiós.
De momento seguiré guardándome este sentimiento indebido, dejándolo entrever sólo cuando estemos solos hasta que desaparezca.
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